MIS CINCO LIBROS

Nadir Chacín  me pidió que le enviara cinco títulos que habían marcado mi vida, pues los montaría, junto con los cinco de otros escritores, en el blog de la editorial Jus. Se los mandé y ahora los subo al mío. Siento cierto pesar por los autores que quedaron afuera cuyos libros recuerdo con mucho cariño. En fin, así es esto de las encuestas.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Manchas, de Miguel de Cervantes Saavedra. Alonso Quijano, a sus cincuenta años de edad, pierde el juicio de tanto leer libros de caballería; se viste, como Dios le da a entender, a la usanza de los caballeros andantes; adquiere el nombre de Don Quijote de La Mancha; abandona casa, ama, sobrina; consigo se lleva a su vecino Sancho Panza como escudero, y ambos protagonizan las más disparatadas aventuras. Este es un libro que amo, y leo cada año por una sencilla razón: me hace de veras feliz.
Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Lo leí en mis años universitarios. Me gusta Emma Bovary por su constante insatisfacción. No es feliz en el pueblo; quisiera vivir en algún palacete de la Ciudad Luz y vestir a la moda. Tampoco está a gusto con su marido. Empieza a adquirir costumbres mal vistas en el pueblo; por ejemplo, se hace de un amante, León, de quien se enamora perdidamente. La suegra se entera y una vez le grita a Emma: “Lo que pasa es que eres una romántica”. Lo dice de tal forma que suena como un insulto, pero Emma no se inmuta. La señora Bovary apuesta por su libertad, una libertad que ejercerá hasta sus últimas consecuencias.
La vida en México, de Fanny Calderón de la Barca. Gracias a las cartas que Fanny enviaba a sus familiares de Boston, uno conoce el interior de los teatros, las iglesias, palacios y conventos del México de 1840. Ella anota sus impresiones sobre la política, religión, urbanismo y algunos detalles que mueven a risa; por ejemplo, cuenta que le gustaba caminar, pero en la capital mexicana no existen calles para tal ejercicio, como en París o Londres. Así se explica porqué las mujeres del nuevo mundo son tan jamonas. Con este comentario se ganó la animadversión de las mexicanas.
La Marquesa de Larkspur Lotion, de Tennessee Williams. Todo Tennessee Williams me gusta: relatos, dramaturgia, memorias. De su teatro me fascinan sus mujeres: surianas insatisfechas, alcohólicas algunas, piradas la mayoría. La Marquesa… es una obra de teatro corta cuya protagonista asegura que desciende de los Habsburgo; pero la pobre vive en un cuarto infestado de cucarachas. Por no pagar la renta, la casera la confronta para exigirle el pago. La Marquesa, nerviosita, explica que en cuanto le llegue el dinero procedente de sus sembradíos de caucho en Sudamérica, saldará su deuda. La casera explota y le grita su precio; no cree el cuento de que sea una hacendada, y sugiere que el oficio de su inquilina es el de ramera. “¡Usted es La Marquesa de Larkspur Lotion!”, le dice. Esta loción Larkspur servía para matar ladillas.
El vampiro de la colonia Roma, de Luis Zapata. Hace treinta años compré este libro pensando que se trataría de un vampiro rondando las calles del D.F. Mi sorpresa fue grande cuando descubrí que el protagonista era un cuate gay, o “de ambiente”, como se decía en los setenta, y hablaba de sus ligues, sus novios, su sexualidad con el mayor gozo y desparpajo del mundo. Con este libro, Zapata se propone revitalizar la novela picaresca y, al mismo tiempo, posiciona en la letras mexicanas al personaje homosexual; un homosexual sin sentimiento de culpa ni pecado, un personaje que desenmascara la doble moral de una sociedad machina.  

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